Un palacio para todos… hasta que lo cerró la Junta


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Un palacio para todos… hasta que lo cerró la Junta

Por Isabel Rodríguez | 08/04/2012

Hablamos con Fernando Geijo, ex propietario del Palacio de Riolago. Lo vendió con la condición de que sirviese a la sociedad. Desde entonces está cerrado.

Acunado por las espectaculares cumbres leonesas, el Palacio de Riolago surge en plena Babia para recordar el legado de una de las familias con más solera de la provincia, la de los Quiñones, cuya estirpe se prolongó en estas fronteras desde la Edad Media. Sin embargo, este pequeño templo de la historia de León se mantiene cerrado al público desde hace más de 12 años, los mismos que la Junta de Castilla y León lleva como propietaria.

Y eso que Fernando Geijo, su anterior propietario, había puesto una única condición para formalizar la venta: que el edificio se destinase «al servicio de la sociedad» para conseguir así reactivar el turismo y generar riqueza a su comarca natal a través de este emblemático inmueble cuyas raíces ahondan en el siglo XVI (la muralla data del XIV).

Sus paredes contienen buena parte de la historia del linaje de los Quiñones, quienes en el siglo XIX acompañaron a Isabel II a su exilio en Francia para ocupar cargos de ministros y embajadores en el país vecino y vendieron sus propiedades de León, Sahagún, Omaña y Riolago. El palacio de esta última localidad fue adquirido por las familias Miranda-Carballo, pero más tarde abandonado y devorado en parte por las llamas de un desgraciado incendio en 1977.

Tras la Guerra Civil, Octavio Carballo lo vendió a dos familias. La propiedad se iba desgajando poco a poco en sucesivas herencias hasta terminar en manos de hasta 13 personas diferentes. En 1978 había un plan para trasladar la piedra a una urbanización de la sierra madrileña y fue entonces cuando Geijo entró en escena. «Quería evitar el desguace», comenta. «Tuve suerte de que todos quisieran vender, se portaron bien», asegura Geijo, que no recuerda cuánto pagó en total en su día.

Lo que sí sabe fue todo el esfuerzo invertido en restaurar una fortaleza azotada, además de por el fuego, por los crudos inviernos de la montaña. «Los particulares también tenemos una responsabilidad en restaurar», opina este babiano. Su afán fue tal que en 1980 el inmueble fue declarado Monumento Nacional y en 1989 obtuvo el premio Europa Nostra, que solía recaer habitualmente en instituciones y no en particulares.

Todo aquel empeño tenía un único fin: reactivar la comarca, «darle vida». Por ello, durante 20 años se encargó de enseñar los tesoros que escondían las paredes de esta fortaleza a estudiantes de colegios, universidades y todo aquel que se pusiera en contacto con él. «Pasaban miles de personas al año, contactaban conmigo por teléfono y se lo iba explicando», asegura Geijo.

Así que cuando la Consejería de Cultura y Turismo se puso en contacto con él para adquirir el palacio y darle un destino público, aceptó. Vendió por 89 millones de las antiguas pesetas (534.00 euros) las edificaciones y cedió gratuitamente la portada, la muralla y el patio de armas. La venta se hizo efectiva en 1999, durante una campaña electoral, según recuerda Geijo. Las elecciones dieron de nuevo la victoria al PP, pero renovaron buena parte de los miembros del gobierno. Tomás Villanueva se convirtió en consejero de Cultura y Turismo y cerró el palacio. Desde entonces, los ríos de gente que acudían a la localidad cesaron. No había nadie, donde había estado Geijo durante años, para abrirles la puerta.

Más tarde la administración autonómica pasó las competencias de este edificio a la Consejería de Medio Ambiente para convertirlo en la sede de la casa del parque de Babia y Luna. «Aprobaron un proyecto faraónico, con bastantes errores», en los que Geijo prefiere no abundar. El presupuesto superaba los 780.000 euros para adecuar las instalaciones a su nuevo uso y el objetivo era que comenzase a funcionar en 2009, pero a día de hoy Babia y Luna todavía están a la espera del decreto que convierta este espacio en Parque Natural.

Desde la Junta reconocen que el parque está entre «los futuribles», pero no aventuran fechas y se muestran pendientes de lo que dicten los presupuestos que se van a aprobar próximamente. A pesar de todo, Geijo mantiene el optimismo y no tiene malas palabras para la administración. «Confío en el consejero Antonio Silván, que es un gran consejero y yo creo que por deseos suyos no va a quedar, toda la comarca tiene muchos deseos de que se inaugure», asegura.

Viendo todo esto, la pregunta surge inevitable: ¿Se arrepiente de aquel día que accedió a venderlo? «Todos cometemos errores, pero más que un error… lo que siento es una desilusión dramática».


Una respuesta a “Un palacio para todos… hasta que lo cerró la Junta”

  1. Este es un ejemplo de cómo el esfuerzo de un persona que ha hecho tanto por Babia y por León, puede arruinarse por la dejadez e irresponsabilidad de nuestros políticos. Es la desilusión de la sociedad civil sacrificada por las mezquindades de quienes no tienen amplitud de miras. Fernando, ya tendrías que tener el reconocimiento que te mereces.

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