La Geomorfología de Babia


Los rasgos geomorfológicos existentes en la actualidad son fundamentalmente fruto de la acción de dos agentes: los ríos y el hielo. Si en un primer momento la acción fluvial modeló intensamente el relieve, dejando al descubierto la estructura hercínica, durante el último periodo glaciar se generaron diferentes formaciones, en los propios valles fluviales, que mediante el arranque de material y su depósito posterior formando morrenas transfiguraron el paisaje. Finalmente, una nueva etapa fluvial combinada con acciones propias de ambientes periglaciares modeló el paisaje que ha llegado a nuestros días, en el que se combina un relieve escarpado con valles de fondo aplanado más o menos anchos.

Las principales alturas se alcanzan en el macizo de la Ubiña, cuya máxima altura es de 2.417 metros; a lo largo de la divisoria con Asturias va descendiendo progresivamente la altitud de las cumbres, especialmente en torno a dos de los pasos naturales existentes –Puerto Ventana y Puerto de Somiedo-, en los que se llega a los 1.500 metros. A pesar de esto, en una gran parte de la línea de cumbres se mantienen las altitudes superiores a los 2.000 metros. En la vertiente sur la máxima altura se alcanza en el Alto de La Cañada, con 2.157 metros, no descendiendo en toda esta vertiente por debajo de los 1.500 metros más que al llegar al extremo suroccidental, en la confluencia con Laciana.

La litología ha tenido un papel relevante en la configuración del relieve: en las zonas donde hay alternancia de materiales duros y blandos –calizas, cuarcitas, areniscas y pizarras- la orografía es escarpada, alternándose las cresterías con los valles más o menos encajados; en aquellas áreas donde existe recubrimiento con materiales del Cuaternario la morfología es aplanada, mientras que en las zonas calcáreas dominan las formaciones kársticas. Por último, en las zonas eminentemente pizarrosas la orografía es suave, con relieves alomados y menores pendientes.

Las formas glaciares están presentes en las mayores alturas de la cuenca del Luna, identificándose tanto glaciares de circo como de valle, con morrenas de cierre y laterales. Asociadas a éstas, se advierten numerosas huellas de antiguos procesos periglaciares, generados durante el Cuaternario, como nichos de nivación, derrubios y formas solifluidales. Destacan los canchales y gleras formados a los pies del macizo de Peña Ubiña, de Picos Albos, o en el Peñón de Forcada.

La acción erosiva de los ríos ha propiciado la formación de diferentes elementos, entre los que destacan algunas formas aterrazadas en la cuenca del Luna, conos de deyección y abanicos fluvio-glaciares también en la misma cuenca, y formas de incisión lineal –gargantas y cañones- que han abierto desfiladeros como el del Puente de las Palomas, el del puerto de Pinos, el del río de La Majúa o el del río Cebolleo.

Las formas kársticas se extienden por todo el territorio donde hay afloramientos calcáreos, abundando los lapiaces de pequeño tamaño; en algunas zonas como la Sierra de Los Grajos se advierte una karstificación más intensa, con un mayor desarrollo de dolinas, simas, y otras formas típicas.

– Singularidades geológicas y geomorfológicas

La comarca de Babia cuenta con numerosos puntos de interés geológico y geomorfológico, entre los que destaca la captura del río Luna por el Sil en el puente de Las Palomas; este fenómeno geomorfológico constituye un caso espectacular de erosión fluvial, con un notable contraste entre el curso alto del río Luna, de aspecto senil, y la morfología erosiva del valle del Sil. Por su ubicación y singularidad tiene un elevado interés turístico, didáctico y científico.

Otros puntos de interés son el abanico fluvioglaciar de Riolago, los depósitos morrénicos y fluvioglaciares al norte de Torrebarrio, y las morrenas frontales Torre-Huergas de Babia. Todos ellos con alto interés sedimentológico y geomorfológico.

Como formaciones geológicas que cabe citar en este apartado están las distintas cuevas existentes en la comarca, entre las que destacan cinco:

–   Cueva del Melluque, en Torrebarrio. De más de 300 metros de longitud, al interés espeleológico hay que sumarle el científico, pues alberga especies faunísticas singulares como el Speocharis pachecoi. También interés histórico, por el papel que desempeñó en la Guerra Civil.

–   Cueva de Torrestío. (Torrestío).

–   Cueva de Cospedal (Cospedal de Babia).

–   Cueva de Torre (Torre de Babia).

–   Cueva de La Riera (La Riera).

Suelos

La composición edáfica de la comarca está determinada por la litología y los procesos geomorfológicos anteriormente aludidos. Es destacable la elevada superficie sin suelo, especialmente en las inmediaciones de las formaciones montañosas más agrestes. En los valles de Luna, San Emiliano y Torrebarrio predominan los suelos aluviales, donde se desarrollan los aprovechamientos agrarios más intensivos (prados de siega). En el resto del territorio predominan los suelos francos –sierra de Los Grajos- y franco-arenosos –término de Cabrillanes y norte de San Emiliano.

Todos ellos son, en general, suelos poco desarrollados, limitando notablemente los posibles usos.

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