La romanización de Babia


La romanización alcanzó sin duda el valle de Babia, ya que los especialistas han fijado la existencia de calzadas secundarias y de indicios de actividades mineras; incluso se cree que muchos de los castros preexistentes fueron convenientemente romanizados. La zona de Babia antes de la dominación romana estuvo incluida dentro del denominado pueblo de los astures y durante la misma en la demarcación del Conventum Asturum. Su posición de primer valle al sur de la cordillera cantábrica hace suponer que fue zona de intercambio entre los norteños Astures transmontanos y los Astures Augustanos, del sur, con capital en la Astúrica Augusta. La guerra de Roma contra los cántabros y astures es probablemente el primero de los acontecimientos históricos que afectaron a Babia que ha sido recogido por los cronistas. Algunos autores (Pastor Muños, Rabanal Alvarez) identifican el Monte Vindio —el mítico monte en el que quisieron buscar refugio los astures y cántabros— con Peña Ubiña, aunque no es segura esta ubicación. Lo que sí es cierto es que los romanos, con su capacidad organizativa, concibieron el territorio de una forma integradora, prestando especial atención a las comunicaciones, en un primer momento por razones militares. Por ello, sobre el trazado de un probable deficiente camino astur construyeron una calzada de carácter secundario siguiendo el cauce del río Luna, que en la parte que afecta a Babia ascendía paralelo al río hasta Puente Orugo, donde se desdobla un ramal hacia el norte, atravesando San Emiliano, Candemuela, Torrebarrio y Torrestío, subiendo al Puerto de la Mesa, donde se conservan rastros de esa calzada de entrada en Asturias; siendo esta vía de acceso, una de las principales durante siglos. Antes de llegar a Torrestío existe una bifurcación hacia el Puerto Ventana. El otro ramal, en dirección Oeste hacia el valle del río Sil, pasa por Truébano, Villasecino, Riolago y Cabrillanes en dirección a Piedrafita de Babia; aquí había otra bifurcación, un camino hacia el Norte, al Puerto de Somiedo y otra al Oeste, bajando al valle del Sil, por Carrasconte. Este camino de Este a Oeste ha servido siempre para comunicar el norte de la Provincia de León con el Bierzo y Galicia, por lo que también se considera como uno de los ramales norte del Camino de Santiago. De la localidad de San Emiliano subía otra calzada a través de Pinos al Puerto de la Cubilla, bajando por el Camino Real al valle del Huerna, ya en Asturias. La apertura de este importante número de vías en una zona no demasiado poblada tendría una explicación en las necesidades bélicas de controlar un territorio claramente hostil, como apuntan algunos autores.

Se ha hecho referencia a cómo Roma estableció una red de comunicaciones en los valles de Babia dada la relevancia que han tenido tales infraestructuras a lo largo de la historia, ya que se han venido utilizando hasta la fecha como vías de penetración en el territorio babiano, condicionando, a la postre, la configuración del paisaje tal y como lo conocemos actualmente. De hecho, tal y como se expone más abajo, la actividad de la trashumancia se apoyó —no sólo en Babia, sino en muchas zonas del Imperio Romano— sobre la infraestructura de calzadas que los romanos supieron construir. Las cañadas han servido para mantener en muchos casos los antiguos caminos romanos. De hecho, la práctica totalidad de las cañadas que discurren por Babia se superponen a los caminos romanos, hoy caminos rurales con mayor o menor uso. El hecho que los puertos y las majadas estuviesen cerca, permitió que el ancho de tales cordeles y veredas fuese el ya preexistente del camino romano, por ello, salvo algún descansadero, las vías pecuarias babianas son caminos que mantienen un uso ganadero, aunque en algunos tramos se haya superpuesto el uso general de carreteras asfaltadas. No obstante, cabe afirmar que la mayor parte de la longitud de las antiguas rutas romanas mantiene su persistencia como vías peatonales o ganaderas, lo que supone un patrimonio muy importante a mantener y a poner en valor. La Junta de Castilla y León, tiene aún pendiente la clasificación, el deslinde y amojonamiento de las cañadas de Babia, actividades que impone la legislación estatal de vías pecuarias. La importancia de la red cañadiega babiana es muy alta, no en vano, la Cañada Leonesa Occidental o de La Vizana culminaba en sus puertos.

Desde el punto de vista de la ocupación del territorio, la romanización supuso importantes cambios en las formas de vida de los pobladores de Babia. No debe olvidarse que consta en las crónicas que los romanos dieron muerte y deportaron como esclavos a un porcentaje altísimo de astures, lo que permite suponer que la población descendió hasta que se alcanzó la Pax Romana. Como ya se ha apuntado, la mejora de las comunicaciones rompió con el aislamiento de los distintos asentamientos, sin embargo en la zona de Babia las transformaciones económicas no fueron tan profundas como más al sur. En Babia, como en el resto de la zona norte, se debieron mantener las primitivas formas de producción basadas, sobre todo, en la ganadería. Esto, unido a que los romanos concedían una gran autonomía a las comunidades fieles, centrando su preocupación en la explotación minera, permite suponer que Babia sufrió el proceso de romanización de forma lenta, de la que hay constancia en algunos de los castros, como en el de Quintanilla de Babia, en el que apareció un ajuar funerario castreño-romano. También se han detectado restos de actividades mineras, que emplearían el sistema de explotación por lavado de la superficie del terreno con agua en surcos convergentes; es el caso del monte denominado todavía hoy Campaloro, inmediatamente al sur de la calzada entre Villasecino y Riolago y que se encuentra cerca además del Castro del Otero de la Fontanina. Dicho monte, que sería uno de los primeros que fue deforestado, tiene aún las huellas de los canales de lavado y los desagües.

Dejando a un lado estas antiguas actividades mineras, sería la ganadería la que continuase su desarrollo, tanto la estabulada en los castros como la de pastoreo. Se estima que ya empezaría la alternancia de estabulación en invierno y pastoreo en las sierras y zonas de alta montaña, cuando la climatología lo permitiera. Sería el ganado bovino, ovino y caprino el que se adaptaría mejor a este sistema; nótese que son abundantes los monumentos funerarios astures en los que aparecen esculpidos estos animales. Así, Estrabón ya escribió que los pueblos del norte comen la carne del macho cabrío seca, algo que actualmente se conoce como cecina. De igual forma, la lana de estos animales también se conoció en Roma, ya que aparece la lana astur en un Edicto de precios del emperador Diocleciano. El cerdo también formó parte de la dieta del poblador de estos valles, pues se conoce el empleo de su grasa como condimento. Los caballos también sirvieron como animal de carga, además de su uso para alimentación. Las fuentes romanas hacen abundantes referencias a dos razas de caballos de corta alzada: el asturcón y el “thieldon”, aptos para la alta montaña. Empezamos, pues, a encontrar una actividad ganadera que poco a poco irá conformando los hábitats de Babia, según se vaya ampliando la necesidad de nuevos pastos para una cabaña ganadera cada vez más amplia. Por los mismos motivos, las vegas de los ríos empezarían a ir empleándose para pequeños pastizales de siega o prados. La actividad agrícola iría ocupando cada vez más terreno en las llanuras aluviales, ya que la poca productividad y el aumento de la población exigirían roturaciones progresivas.

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