Desde hace años todos los que entren en Babia desde la vecina Luna, nada más pasar la hermosa ermita de Pruneda, en el siguiente recodo, se encuentran con este retal de carretera que quedó como monumento a la deficiente finalización de las obras públicas en este país nuestro. Ciertamente ese tramo ya no es necesario para circular por él, tampoco sirve para aparcar, pues de hecho está inhabilitado su acceso, pero lo que no tiene sentido es que se haya permitido a la empresa encargada de la obra que se haya ido, no ya sin quitar el pavimento, sino sin intentar restaurar la zona cubriéndola con tierra vegetal. De poco sirven carteles turísticos vendiendo las excelencias de nuestra tierra si en cada curva nos damos de bruces con detalles tan poco estéticos como estos. El contratista se ha ahorrado un par de miles de euros al no escarificar este pequeño tramo de carretera en desuso, pero ha dejado un paraje tan privilegiado como la transición entre Babia y Luna hecha un desastre.
Me imagino que es un olvido inconsciente de algún director de obra, pero ¿no ha pasado ningún responsable de carreteras en los últimos cinco años sin que le haya llamado la atención este atentado al paisaje? Hace tiempo he dicho que Babia está en manos de Antonio Silván, lo sigo creyendo y creo que habrá que invitarle un fin de semana para que, sin la compañía de jefes de servicio complacientes, con calma vea lo abandonado que ha estado este territorio y sus carreteras; mientras algunos iluminados diseñaban autovías por encima de todas las montañas de León. Se dirá que se han hecho inversiones, millones de euros, pero los detalles también importan. Si hace falta una instancia para que alguien empiece a calcular los costes, en unos días estará lista.