Todavía cuesta situar a Babia en los mapas, pero hay una persona que sin ser geógrafo o explorador es quien más ha hecho para que esta comarca tan evanescente tenga una oportunidad de figurar en las guías de viajes, en los libros de arquitectura o en las agendas culturales. Alguien que hace ya décadas tuvo no solo la visión sino el coraje y el altruismo de no solo impedir que el conjunto monumental del Palacio de los Quiñones de Riolago completase su ruina y fuese a parar a una urbanización de la sierra madrileña, sino que restaurado con tanto esmero como sin subvención alguna, mereció ser declarado monumento nacional y premio Europa Nostra.
Sin embargo, este logro de Fernando Geijo Rodríguez, pues es quien inspira estas líneas, no fue el final sino el comienzo de una vida en la que compatibilizó el éxito empresarial con la dedicación a la comarca y a la provincia que le vio nacer. No sólo convirtió el palacio de Riolago en un edificio lleno de tesoros artísticos y etnológicos, sino que él mismo los mostró de centenares o miles de visitas y excursiones, atendidas todas ellas con la dedicación de alguien que cree en lo que hace, sin cobrar entrada ni obtener a cambio prebendas o contratas. Y eso lo hizo durante años. Pero es que además hizo gestiones para traer a España y a León el archivo de los Quiñones, lo que logró tras no pocos esfuerzos. También reconstruyó con mimo varias casas a la entrada de Riolago, convertidas en viviendas para él y su familia, lo que provocó que la entrada a un pueblo entre ruinas pasase a ser conjunto histórico-artístico y además impusiese el canon para las siguientes rehabilitaciones de una villa que ahora bien merece un paseo. También fue socio fundador hace ya veinticuatro años de la Asociación Montaña de Babia y Luna y valedor de Babia en todas las reivindicaciones que se han demandado, como carreteras, centro de salud, infraestructuras, algunas de ellas todavía pendientes. Y si esto fuera poco, promovió que el Palacio de los Quiñones fuera adquirido por la Junta de Castilla y León, donando a la administración regional sus partes más valiosas, la muralla y la imponente portada, así como el mobiliario (muebles que al no mantenerse en el edificio como había determinado el donante, tuvieron que ser devueltos tras demanda ganada en los tribunales).
Por todo ello, gracias a Fernando Geijo, no solo Babia, sino León y toda la Comunidad autónoma, cuentan con una Casa del Parque Natural de Babia y Luna incomparable, que presta un servicio público ambiental, cultural de primer orden en la montaña leonesa; e incluso sirve de centro comunitario al tener una cantina que se convierte en el único bar donde reunirse los vecinos de Riolago.
Acaban de nombrar a Fernando Geijo hijo predilecto del municipio de Babia de Abajo, reconocimiento merecido, sin duda, hace muchos años. Manifestación de lo que cuesta que las autoridades reconozcan los méritos a quienes no solo no les adulan sino que les exigen la mitad del tesón que ellos, meros ciudadanos, dedican a la cosa pública. Sin embargo, Fernando Geijo más que hijo predilecto es el padre, el abuelo, el tío predilecto del que todos hemos aprendido a conocer nuestra historia, a amar nuestra comarca, pero también con su ejemplo nos animado a luchar por su futuro y a pelear frente a quienes quieren condenarnos a la resignación de la falta de presupuestos porque ya no quedan habitantes en los pueblos y los que quedan tienen que ser suficientemente dóciles. Muchos, al menos, unos cuantos, coincidirán conmigo en que la Babia de hoy en día no sería la misma sin Fernando Geijo, y por ello, en nombre de los que sabemos lo mucho que te debemos, Fernando, te damos la gracias por mostrarnos lo mejor de Babia y de los babianos.
Carlos González-Antón Álvarez